Emplazado a orillas del Regato del Hervidero, el Dolmen de El Casal del Gato se halla muy próximo a una fuente de aguas termales sulfurosas. En los alrededores abundan los afloramientos graníticos con paredes grabadas con diversos motivos, sobre todo con pequeño hoyos circulares, llamado cazoletas, posiblemente en el tiempo de la construcción y uso del dolmen. De entre esos afloramientos decorados destaca el covacho o abrigo ubicado cerca del dolmen. La suma de todos estos elementos confiere un acusado simbolismo a este lugar.
Estamos ante un dolmen o megalito de unos 5000 años de antigüedad. Se erigió a finales del Neolítico para el enterramiento de los miembros de una comunidad. Seguramente fue usado también como cementerio en la fase siguiente, el Calcolítico o Edad del Cobre y, en algún momento posterior, a lo largo del II milenio a. C., en la Edad del Bronce, acogió algún enterramiento individual en forma de caja delimitada por pequeñas lajas, del tipo que conocemos como cista. Lamentablemente, el terreno ácido, tal vez junto a expolios posteriores, han impedido la conservación de restos óseos, por lo que no es posible conocer el número o las características de los individuos que pudieron enterrarse en el monumento.
Constaba de una cámara funeraria de planta circular de unos 5,80 metros de diámetro de grandes lajas graníticas hincadas, un túmulo de tierra y piedras que la cubría por completo y un corredor de acceso, orientado al sureste, al solsticio de invierno, y de 6 m de longitud. El monumento, de unos 24 m de diámetro, era visible a cierta distancia y pudo funcionar como marcador territorial de la comunidad que lo levantó, cuyo poblado no se ha localizado.
Cuando fue dado a conocer por César Morán en la década de 1930 tan solo se conservaba el pasillo, que era utilizado como refugio por pastores y cazadores, habiendo desaparecido prácticamente todos los vestigios del túmulo y de la cámara. No obstante sus excavaciones permitieron recuperar un buen número de hallazgos, entre ellos fragmentos cerámicos elaborados a mano, piezas de sílex y de cuarzo, cuentas de collar de piedra variscita de color verde o una hoja de puñal de cobre.
En 2014, la Ana Viñé consolidó el corredor, poniendo en pie los bloques caídos y rebajando la tierra acumulada en su interior. Las últimas excavaciones, llevadas a cabo por Javier San Vicente y Antonio Trigo entre 2018 y 2019 en el marco del proyecto “Patrimonio en Común” (0145_PATCOM_2_E) del Programa INTERREG V-A de Cooperación Transfronteriza España-Portugal (POCTEP 2014-2020), han permitido definir el espacio de la cámara, las probables dimensiones del túmulo e identificar gran número de los bloques que sirvieron de contrafuertes a las piedras enhiestas, desaparecidas, que delimitaban la cámara. También localizaron restos de la cista de enterramiento individual de la Edad del Bronce.
Dentro de ese proyecto PATCOM también se ha procedido a la acondicionar el yacimiento insinuando sobre el terreno la estructura perdida del monumento y renovando la cartelería explicativa tanto del megalito como del cercano abrigo con insculturas que forma parte del mismo complejo simbólico.
BIBLIOGRAFÍA
López Plaza, S. (1982): Aspectos arquitectónicos de los sepulcros megalíticos de Salamanca y Zamora. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca.
Morán (1935): “Excavaciones en dólmenes de Salamanca y Zamora”. Memorias de la Junta Superior del Tesoro Artístico, nº 135, Madrid, p. 134.